La creencia en la culpabilidad y responsabilidad del otro estructura la conducta de riesgo en la calle

Ante cualquier posibilidad de accidente tendemos siempre a culpar al otro y esa tendencia habilita más conductas de riesgo.

Cuando uno conversa con un grupo de conductores de vehículos diversos, tanto automóvil como moto y, por qué no, también bicicletas, si bien el tipo de vehículo que manejan hace de estas personas perfiles muy distintos de conductores con creencias muy disímiles sobre cómo habitar la calle, hay un pensamiento común, un nudo idiosincrático si se quiere, un repertorio de temas y cuestiones que es asombrosamente homogéneo y se repite con una constancia casi mecánica y automática que asombra al que escucha y da motivos para pensar que la problemática vial tiene, a pesar de la diversidad amplia de sus actores, un punto en común, un eje central a partir de la cual estructurar políticas públicas que tiendan a mejorar la forma en la que co-habitamos la calle y nos vinculamos en el ejercicio cotidiano de manejar un vehículo para trasladarnos por la ciudad, desde nuestros hogares al trabajo, y del trabajo a nuestros hogares.
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Se trata de una serie de razonamientos que estructuran el ejercicio de conducción tanto de automovilistas como de motociclistas y que incluso se puede verificar en la conducta de los peatones, los cuales no por no manejar un vehículo son menos parte del sistema vial, ya que su presencia y sus conductas riesgosas son factores problemáticos para todos los que conducen y a veces llevan a accidentes que son, en el mejor de los casos, meramente lamentables.

Ese factor común que todos comparten y que ordena la diversidad desde un lugar que es absolutamente homogéneo se trata, nada más y nada menos que de la creencia generalizada y totalmente naturalizada de que, pase lo que pase en la calle, ocurra lo que ocurra y sin distinciones, matices o excepciones, la culpa la tiene el otro. Así es.

Es una idea tan simple y a la vez tan central, tan rectora del comportamiento de las personas en la calle, que abordarla es fundamental para un control de la seguridad vial en todas sus otras dimensiones. La creencia de que es siempre el otro el culpable o causante de una situación problemática que podría devenir en accidente estructura el comportamiento de riesgo de todos los conductores, sin distinciones de vehículo.

 

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